martes, 11 de agosto de 2009

De las tristezas profundas

Aunque hace tiempo que he sabido lo que la tristeza genera, una vez màs he entrado en mi depresión. La tristeza arrastra muchas cosas, y como dice Jaime Sabines, lloramos por los que están vivos. Si, cuando yo estoy triste aprovecho para entristecerme por todo lo que no habia podido hacerlo, ya sea por falta de tiempo, porque no lo creí conveniente o porque simplemente no lo era tanto.
Todo empezó por un mal comentario y la verdad, ha desembocado en una inmensa tristeza inagotable.
Recuerdo cuando hace años me describía, y decía siempre que era una chica alegre. Por dentro sabia que era una niña con una tristeza infinita y mal manejada...la tristeza que expresaba cuando lo hacía, no era una tristeza real, no, era ese tipo de tristeza que necesitaba cereal, helado, un cojín lindo y una cartita para sanar. Y nunca saqué la verdadera. La guardaba para mí, porque me parecía algo muy desagradable andar lloriqueando por todos los hombros que me encontrara en el camino.
Luego, alguien dijo que aquello me estaba lastimando, todo coincidía y decidí enmendarlo.
Empecé a tratar de curar mis tristezas, de llorar las penas atrasadas y de sacar toda la basura acumulada.
Pero la verdad es que guardar las tristezas es un vicio para mí, y creo que en el fondo la gente no cambia del todo nunca. Y por muchos intentos que hago, sigo guardando mis tristezas, quizàs ya por menos tiempo, unas semanas solamente en lugar de los años que acostumbraba.
Pero lo sigo haciendo, y no es muy bueno.
Porque después de todo no es tan factible el sistema de llorar varias cosas en conjunto, porque puede caerse en la depresión. Sí, es más cómodo, porque solo se enrojecen una vez los ojos, se arruga una vez el alma, se gastan los pañuelos desechables una sola vez y me da mi alergia solo por un rato.
Pero sigue siendo difícil.
Nadie ha dicho que estar triste está prohibido. Pero nunca me ha gustado estar llorando. Y me conozco, a mi me hacen llorar ciertas palabras: leche, tomate, teléfono, gorra...todo depende del tono en que se digan y la intención que contengan.
Ojalá alguien solo llegara y me diera un abrazo...aunque también me haría llorar...en eso consiste la tristeza.

lunes, 1 de junio de 2009

De entre la muerte

Me quedé viendo por la ventanilla, recordaba que hace mucho tiempo la muerte era algo más cercano a mí. Ahora, tiempo después, crecí unos centímetros y mis ideas cambiaron lo suficiente. Ahora de nuevo sentí la muerte cerca de mi vida, no de mí, pero sí de mi vida; porque una persona a la que quiero muchisimo estuvo muy cerca de ella y me dio miedo, dolió algo dentro de mí y estuve muy triste. Entonces recordé cuánto me he olvidado de las personas que me rodean, dejé de escribirles, dejé de decirles cuánto las quiero. Y de entre la muerte, salió un viento frío, susurrante, que me dejaba un halo de tristeza, y pensaba, cuán cerca estamos de la muerte, pero últimamente no me gusta pensar en esto. Me gusta escribir, me gusta leer, pero ya he dejado de pensar en la muerte, porque tengo bastantes cosas por hacer aún...

martes, 12 de mayo de 2009

De maternidad y lecturas

Toda mi vida he leído, aun cuando no sabía leer.
Leía desde que recuerdo, tomaba el periódico y como no sabía leer aún, solo inventaba lo que decía, y lo hacía en voz alta, moviendo la cabeza, como si de verdad leyera. Años después lo repetí, muchos años después, en una clase del bachillerato habían dejado de tarea investigar un concepto, la profesora empezó a preguntar y nadie lo había investigado, nadie podía decir algo sobre el tema, entonces, muy confiada, me señaló pensando en que yo era una chica lo suficientemente aplicada y era su oportunidad quizás para dejarme en mal, pero muy seria, tomé mi libreta, me puse de pie como solía hacerlo al participar en su clase, y empecé a "leer" el concepto, movía la cabeza, pasando cuidadosamente cada línea, sin titubear, y al final por supuesto di mi fuente bibliográfica: el Tomo V de la Enciclopedia Juvenil Grolier, página 998. Jamás lo olvidé. Por supuesto, mi libreta estaba en blanco, nunca me he atrevido a investigar que hay en esa página de la enciclopedia, seguramente porque el tomo V ni siquiera contiene dicho número de página. Pero yo obtuve ese día, dos puntos extras y la fé ciega de mis amigas, que obviamente sabían que yo no llevaba la tarea, porque me la habían pedido minutos antes. Y desde entonces nunca dudaron de mí, pues el concepto había sido tan claro, tan preciso y tan veraz, que nunca nadie dudó de éste.
Pues bien, siempre he leído.
Cuando sólo tenia novio, leí muchas cosas, sola en la biblioteca pasaba horas leyendo novelas, con él leía sobre las materias que llevábamos, de administración, y no sé cuántas cosas más. Leía también poemas de Jaime Sabines.
Cuando me embaracé tuve demasiado tiempo de leer, leía y releía sobre el crecimiento y desarrollo fetal, y desde las primeras cosquillas que sentí en el vientre, leíamos todas las noches en voz alta, alternando un párrafo él y otro yo, Cien años de soledad. Sí, mi hija fue creciendo dentro de mí, escuchando la inagotable imaginación de García Márquez, lo cual es una verdadera delicia en mi opinión.
Cuando nació y pasaba horas enteras durmiendo, yo leía poesías y ensayos, leía a Octavio Paz, también releí cuanto libro encontré en casa de mi madre, y al final, desesperada por no tener nada nuevo, leí pedazos de la Biblia. Historias interesantes, me dije.
Ahora ella tiene dos años, y claro, tiene tantos libros como nos es posible, y ahora le encanta que leamos para ella, cuentos de princesas, de niñas que tienen tres pies, de niños que exploran y aman los animales, cuentos de osos flojos, o libros de Mickey Mouse. Y cuando aún tengo aliento y me permite elegir, me gusta leerle a Jaime Sabines y su recuento de poemas, a Octavio Paz y su piedra de sol, o simplemente lo que escribe su madre, con todo el cariño que tiene dentro de sí.
Siempre he leído y si hay algo que ahora me hace muy feliz (y puede arrancarme incluso las lágrimas) es ver a mi hija inventando que lee sus libros en voz alta con palabras que desconozco o que empieza a pronunciar claramente, mientras estoy en la cocina preparando la comida. Sí, eso es algo que me hace enteramente feliz.

jueves, 7 de mayo de 2009

Cuentos de mermelada de fresa

Cuando iba a la primaria escribía muchos cuentos, cuentos sobre niños que encontraban perros y los adoptaban, niños que comían muchos dulces comprados con mucho dinero que habían encontrado en la calle, y cosas así. Cuando iba en la secundaria escribía extensas cartas dirigidas a un megalómano paranoico que me permitía expresar mis tendencias suicidas. Cuando fui al bachillerato, escribí cientos de cariñosas cartas dirigidas a dos amigos, donde les explicaba siempre la facilidad con la que podían resolver sus sufridas cuestiones de amor, siempre diciéndoles que dijeran cuanto sentían pues nadie se los iba a comer. Y escribí también historias.
Recuerdo que una de esas historias trataba sobre una chica que amaba la mermelada de fresa sobre cualquier cosa en el mundo, anoche la recordé porque cenamos unos deliciosos hot cakes con mermelada de fresa precisamente. Así, hoy hice un poco de memoria tratando de descifrar el final que le había dado a la chica, pero no encontré en mi vasto arsenal de recuerdos ese final. Seguiré buscando, y cuando esté listo, seguramente que lo escribiré contenta de compartirlo con alguien más. Porque a pesar de ser una lista ligeramente extensa de historias la que escribí, casi nunca compartí ninguna, con nadie...podría decir cualquier pretexto pero muy en el fondo, sé que no las compartí porque hasta entonces no conocía a nadie capaz de soportarme.

lunes, 20 de abril de 2009

De lo trágico a lo erótico

Se escucharía mejor de lo erótico a lo trágico, quizás, pensando en una situación real, supongo una escena erótica con tintes violentos en un desenlace trágico, o una escena erótica seguida de una muerte repentina. Pero no es a lo que me refiero hoy.
Leía, un libro trágico, una novela dramática, si, pero a mi gusto, bastante trágica. Buenos días, tristeza. El título lo ha dicho todo. Yo también me dejé llevar en mi inagotable camino de imaginación cuando leí el título, antes de hojearlo siquiera, pensé muchas cosas. Resulta que es un libro en una edición antigua, perfecto entonces, puesto que adoro ese tipo de libros, páginas amarillas, historias pasadas…cuando veo un libro así lo primero que pienso es cuántas personas más lo han leído, qué pensaban, qué historia tenían ellos mismos para contar. Pues bien, lo leí, no es muy extenso, y como me fue obsequiado con otro, cuando terminé de leerlo, empecé a leer el otro.
Este otro libro, es una novela erótica, en realidad, sumamente erótica, y cuando uno ha leído antes un libro trágico, es algo divertido el cambio. Aún no lo termino, si, es extenso, pero no es tanto la extensión como el tiempo para digerirlo, y me di cuenta de que con este libro en particular…no como nada mientras leo. No me asusta, no soy una mojigata, no me ofende porque en realidad nunca aparece una mala palabra, está escrito de la manera más cordial, en lo posible, claro. Pero cuando uno no está acostumbrado a leer ciertas cosas, se toma su tiempo digerirlas.
Es hermoso el extenso y vasto campo de lectura, hay tantas cosas que aún no leo…pero Memorias de Fanny Hill, me llevará algo de tiempo consumirlo. Sobretodo porque siempre, a media página, recuerdo que tanta imaginación no puede venir sino de algo real.
De lo trágico, he pasado a lo erótico…y quien sabe qué más habrá cruzando la puerta.

miércoles, 25 de marzo de 2009

De comidas y lecturas...

Leía ayer a mi hija en voz alta, poemas de Jaime Sabines, y aún leyendo en voz alta necesitaba "mi comida chocolatosa" como le llamo desde que recuerdo, a esas pequeñas colaciones de carbohidratos que hago con mis lecturas..y observé que particularmente, como cosas como chocolate o pan con los poemas, y cosas saladas e incluso picantes con las novelas. Me causó risa mi observación, que no es rigurosa pero sí coincide en muchos casos. Hice una reflexión más profunda de que nunca he preparado algo antes de empezar a leer, no me dispongo psicológicamente a comer, pero al comenzar a hacerlo, me llega el antojo y sin mucha voluntad de abandonar la lectura, me paro, busco rápidamente algo y vuelvo a leer. ¿Es acaso una manía? ¿O le sucede a todos? Puedo concebir la idea de escribir sin comer porque es mas posible, es algo común de hecho; en la escritura uno ocupa tanto la parte racional como la emocional, aun cuando uno tenga bien clara la idea de lo que se escribirá o cuando más bien sea por inspiración divina que uno está escribiendo, se necesitan ambas partes: se necesita también un pequeño estado de inconsciencia aunado a nuestro simple raciocinio para permitirse el delicado arte de plasmar las cosas, quizás por eso es menos probable ocupar una parte más para comer. Escribir es dar un pedazo de tí. Leer es, dicho de una forma burda, tomar un nuevo pedazo para tu ser. Porque lo que lees es tuyo, ya nadie podrá quitarte el recuerdo de lo leído. La diferencia es enorme. Pero no es ese el punto, sino que al escribir me es más fácil olvidarme de la comida, y en cambio, la lectura solo la concibo acompañada de un entremés...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Y escribí..

Cuando algo deja de hacerse por mucho tiempo, uno pierde quizas, podrá decirse: la práctica. No escribía por falta de tiempo, alegaba, pero en cualquier momento tenía la inspiración de hacerlo, redactaba en la mente, todas las palabras cruzaban muy rápido, muchas cosas revueltas y muchos temas tratando de flotar para ser el primero cuando yo corriera a tomar un papel de verdad. Nunca lo hice, y se quedaron vagando, sin ser escritas, demasiadas cosas, muchos pensamientos, se fueron con el vapor de la sopa hirviendo que preparaba en ese momento...ahora es distinto, puedo escribir y lo hago feliz, porque sé que al otro lado, alguien a quien quiero mucho leerá todo esto. Es un ejercicio fuerte, me digo para tratar de convencerme y no empezar a escribir sobre las trivialidades de la vida, o sobre las albóndigas que comeremos hoy. Quizás me he vuelto un poco mas "comercial" diría mi hermana, atrás quedaron las buenas historias, los interesantes ensayos o las extensas cartas. Empiezo a creer que no es falta de tiempo, sino de lectores ávidos. Debería recurrir, sin embargo, a los métodos tradicionales, pero no sé si tengo el valor suficiente. Porque aún sigo siendo respetuosa de las hojas en blanco, al grado de que mi hermosa libreta azul ha seguido en blanco por casi un mes.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Lecturas

Empecé a leer, después de mucho tiempo que dejé de hacerlo, por amor más bien a la lectura que a cualquier otra cosa en el mundo. Temiendo que mi nueva condición no me permitiera hacerlo pues los cambios en la vida de las personas suelen ser mal recibidos. Tomé mis precauciones y alguien me ayudó obsequiandome una caja de chocolates belgas. Hay dos delicias en la vida, me dije; convencida de que el placer es momentáneo, son comer y leer. No puedo jerarquizarlas, a veces ni siquiera puedo separarlas y definirlas. Pero olvidaba otra más...y volví para rectificar el error porque eso si, me caracterizo por parecer convincente pero si un día resulta que estoy en un error, lo admito, verifico, corrijo y aprendo de nuevo. Escribir también es una delicia que la vida tiene, como escuchar música o despertar cuando se nos ha quitado el sueño y no cuando hay un aparato sonando a una hora determinada.